El contexto socioecómico es el que determina quiénes tienen más posibilidades de contraer una enfermedad.
Cuando hablamos sobre salud solemos pensar en el papel de los servicios sanitarios, al menos así lo vemos a menudo los que trabajamos en el mundo de la salud. Evidentemente, los servicios sanitarios son importantes, sobre todo cuando las personas están enfermas, pero la salud de la población no depende fundamentalmente de esos servicios sino de las condiciones de vida de las personas.
Las causas relacionadas con los niveles de salud y de desigualdades en salud de la población no dependen principalmente de las personas individuales, sino de factores sociales y, por tanto, deben abordarse desde esta perspectiva. La Comisión de Determinantes Sociales de la Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que las desigualdades en salud son el resultado de la situación en que la población crece, vive, trabaja y envejece, y del tipo de sistemas que se utilizan para combatir la enfermedad.
Por lo tanto, la mejora de la salud y la reducción de las desigualdades en salud de la población requieren realizar políticas, programas e intervenciones que engloben todos los sectores sociales y no únicamente el ámbito de la atención sanitaria, y a esto se le ha llamado «salud en todas las políticas». Este enfoque, poco desarrollado en nuestro país, implica que las diferentes políticas de un Gobierno, como las económicas, de mercado de trabajo, de Estado de bienestar, de planificación urbana, de vivienda, de movilidad o de educación, deberían tener en cuenta el impacto en la salud de la colectividad.
Por ejemplo, una política que fomente el transporte público, caminar o ir en bici, será saludable, ya que promoverá una mejor calidad del aire, reducirá las enfermedades que se derivan de la contaminación atmosférica y actuará para que la ciudadanía realice más actividad física.
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